martes, 27 de febrero de 2018

EN81 Las certificaciones, los títulos y otros demonios




Se ha preguntado alguna vez  ¿cómo ciertas empresas han obtenido una certificación? Parecería que sus productos o servicios no son consistentes con los logros que publicitan. Una desconexión entre lo que se dice y lo que se hace.


René Magritte
Pasando por muchas empresas en estos años, he observado que la misma crítica que se hace a las certificaciones de empresas se hacen a los títulos universitarios: ¿por haberse graduado de una universidad (sea a la que sea) una persona será un buen profesional? La respuesta inmediata es que No!, que los títulos (pregrado, especialización, maestría, doctorado) no reflejan a un profesional de alta calidad.


Una explicación a estos dos fenómenos es la siguiente: que en términos normales las empresas y personas de excelencia son minoritarias, menores al 30%, indistintamente de las certificaciones y títulos. Es un proceso de selección natural, en la que algunos son los que se adaptan más rápido no la mayoría.


Pero, ¿qué significa por estas épocas ser de excelencia?, pues empresas o personas con un nivel de ética alto, que entienden que sus actuaciones impactan al medio ambiente y con un ánimo profundo de servir a otras personas con sus productos o servicios.

Para apalancar la excelencia se requiere de dos elementos simples pero de difícil logro: disciplina e innovación.


Palabras fáciles de decir, pero difíciles de hacer. Las empresas al lograr sus certificaciones bajan la guardia en la disciplina, parecería que la obtención de la certificación (ISO 9001, ISO 14001, ISO 45001, ISO 27001, ISO 17025, etc) es el logro en sí mismo. Pero la disciplina es como la gasolina para un avión, se la dejas de suministrar y el avión se va abajo.


La innovación puede llegar a ser más retadora aún: lograr crear nuevas soluciones, vencer los paradigmas, el mayor de ellos: haber tenido algún éxito, lo que nos lleva a hacer todo de la misma forma, me gusta la sabiduría popular que dice: “si tienes cabeza de martillo a todo le ves cara de clavo”.


Las empresas y las personas tienen una forma natural de mejorar: las crisis. Pero la clave está en actuar antes que lleguen, las crisis son un maravilloso invento, pero de alguna forma es jugar con candela.  La empresa puede quebrar antes de lo esperado, el profesional puede perder su trabajo y serle difícil obtener uno nuevo.



No es que las crisis siempre se puedan evitar, lo que se busca es que estemos mentalmente listos, dispuestos a soltar amarras y creencias viejas y lanzarnos a la nueva aventura: en latino América decimos “tener la maleta al hombro…”  pero ese viaje es para pocos, no para todos.



Tendríamos que reformar la famosa frase de Beltor Brecht:

Hay empresas que luchan un año y son buenas

Hay empresas que luchas muchos años y son muy buenas

Hay empresas que luchan toda la vida, esas, son las imprescindibles, esas son las de calidad.